Nota publicada en el Blog de La Nación por Daniel Balmaceda – 12/10/2011
La flota de española que comandó Colón tuvo su primer contacto en América con los taínos. Esta gente conformaba una simple comunidad de las Antillas que venía siendo hostigada por los bravos caribes. Por ser la primera referencia en el continente, la cultura taína aportó muchos vocablos al español. Por ejemplo, al dios de la destrucción y la tempestad lo llamaba Uragán y los navegantes encontraron un término para definir a las tormentas más espantosas: huracán. Otra palabra taína es macana: se trataba de una arma que utilizaban los caribes, sus crueles vecinos, hecha con una gruesa vara de palma y que trajo algo más que un dolor de cabeza a varios.
Además heredamos de la cultura taína las siguientes palabras: bohío (una cabaña hecha con ramas), cacique (el que tiene vasallos en la tribu), carey (la tortuga y su córnea), caníbal (se llamó caríbal -por Caribe- al salvaje antropófago de las Antillas, luego se transformó en caníbal), canoa, caoba, ceibo, guayaba y guacamayo. También Haití, iguana, jagüel, Jamaica, maíz, maní, papagayo, papaya, ají, guasa (falta de gracia), piragua, sabana, tiburón y yuca son voces provenientes de los nativos que cruzaron las primeras palabras con los exploradores enviados por la corona española.
Pero el término que recibió la mayor bienvenida por parte de los navegantes fue, sin duda, hamaca. Porque para ellos significaba mucho más que una palabra nueva. Se trataba de uno de los grandes hallazgos realizados en aquel primer encuentro. Tengamos en cuenta que durante las travesías en alta mar, los marinos dormían en el piso o sobre un mueble, si es que no lo hacían tirados en un rincón de la cubierta (como explicamos en el post anterior).
El descubrimiento de la hamaca modificó para siempre la condiciones de vida durante la navegación porque a partir de ese momento, los marineros dormían suspendidos en el aire, seguramente maravillados al ver cómo un invento sencillo les resolvía un enorme problema.