En 2018, Ocean Translations cumple 20 años y aprovechamos la oportunidad para charlar con Betty Galiano, fundadora y gerente general, sobre las enseñanzas obtenidas, el estado de la industria de la traducción y lo que se viene, entre otros temas. Lo que comenzó en 1998 como un proyecto pequeño fue mutando hasta convertirse en una empresa sólida, con una gran cartera de importantes clientes y con perspectivas de futuro prometedoras. “Lo más importante es saber adaptarse”, comenta.
¿Qué cosas valiosas has aprendido en estos 20 años?
En este país no es sencillo cambiar los métodos de trabajo de un día para el otro, pero esta industria es muy dinámica. Con lo cual, hemos aprendido a adaptarnos al cambio y a ser flexibles aunque el entorno no sea el más dócil de todos. Claro que al principio hacíamos bruscos virajes de rumbo, pero luego nos dimos cuenta que sin una descripción documentada de procesos y procedimientos, esos “bruscos virajes” podían arrojar resultados negativos. Por supuesto que también aprendimos a aceptar nuestros errores.
¿Por qué los clientes siguen confiando en Ocean Translations?
La oferta de servicios y empresas que se dedican a esta industria es cada vez mayor. Sucede que con muchos clientes hemos desarrollado una relación de años y hoy podemos decir que hay confianza mutua. Esto, para la mayoría, no tiene precio. Lograr que confíen ciegamente en nosotros ha sido todo un logro y estamos muy satisfechos. Con otros clientes no tenemos ese recorrido juntos, pero somos competitivos y responsables, y por eso siguen con nosotros. También, a lo largo de los años, hemos construido una cartera de clientes de renombre y esa es la mejor publicidad que se puede tener. Otras empresas lo notan y también quieren que les brindemos servicios a ellos.
¿Cómo era esta industria cuando comenzaron? ¿Y en la actualidad?
Hace 20 años esta industria era muy simple. Había, si se quiere, un aire artesanal en todo lo que hacíamos. Las herramientas eran muy pocas y el estilo de traducción era literal. Hoy la industria es mucho más exigente y actúa como una línea de producción de principio a fin, donde no se admiten defectos. Por otro lado, la traducción ya no es literal, sino localizada a cada mercado. En síntesis: se ha industrializado totalmente y, como consecuencia, se ha complejizado bastante. Por supuesto que, además, los precios son súper competitivos. Así son las reglas y, si se quiere jugar el partido, hay que evolucionar junto con la industria.
¿Cómo ves el futuro de la industria?
Creo que un futuro no muy lejano, los sistemas de traducción automática van a acaparar gran parte de la actividad. Claro que nosotros no nos vamos a quedar en la calle, porque será necesario auditar el trabajo de las máquinas. Ahora bien, es probable que el flujo de trabajo disminuya y, por eso, muchas empresas nos estamos anticipando. La estrategia que hemos adoptado es volcarnos al marketing de contenido en varios idiomas. Vimos una tendencia en el mundo y, desde 2016, ofrecemos este servicio a empresas locales y extranjeras.
¿Qué consejo les darías a los que están comenzando?
Que no se resistan al cambio y que sean rápidos en la toma de decisiones. También hay que aprender a ser flexibles, porque actuar según lo que dice el manual ya no tiene sentido. Hay que observar el mercado, estar al tanto de las tendencias y no quedarse atrás. Otra cosa muy importante es no ahogarse en estructuras complicadas y optar por esquemas más simples. Me refiero a contar con un pequeño grupo de trabajo in-house y a una red de colaboradores freelance, que pueden estar distribuidos en cualquier parte del mundo. Hoy la tecnología lo permite y hay que aprovecharlo.